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Navidad con Hannah y su pony

Hannah y su preciosa pony Cassandra viven en el campo con su abuela. ¡Vive sus divertidas aventuras y aprende con Hannah y su pony valiosas lecciones sobre el mundo que nos rodea!

Valores del cuento:  🙂 Amistad   ◊ Resiliencia   ♣ Altruismo


La nieve cubría los que solían ser verdes prados tras la casa de la abuela de Hannah. Se acercaba el día de Navidad y Hannah ya estaba comenzando a ultimar los preparativos para los días de fiesta en casa. A la abuelita de Hannah le encantaba planear y preparar el menú de la cena y almuerzo de Navidad. A ella, sin embargo, lo que más le gustaba de todo era la parte de decorar; poner el árbol, las guirnaldas, los adornos… ¡Le encantaba ver cómo quedaban las luces de Navidad!

Mientras ambas desayunaban, la abuelita le pidió a Hannah que fuera ese día al pueblo a por unas cuantas cosas que necesitaba para completar el menú de Navidad. Aunque no le apetecía mucho porque la noche anterior había estado nevando bastante, Hannah sabía que no podía negarse a ir ya que para la abuelita era muy importante que la comida que sirviera en Navidad estuviera perfecta y además ese día lucía el sol, así que pensó que sería buena idea llevar a Cassy con ella al pueblo para que el camino se le hiciera más ameno.

Al terminar, Hannah se puso su conjunto de monta para el invierno que tanto le gustaba y se dirigió hacia los establos para reunirse con Cassandra. A Cassy le gustaba tener un huequecito para dormir cómoda por las noches, así que Hannah le había preparado una especie de rincón con mantas calentitas que le daban calor por la noche -siempre solía bajar arroparla para que la pequeña pony estuviera más cómoda y calentita-.

Cuando ambas se encaminaban hacia la senda que conduce al pueblo, se dieron cuenta de que había tanta nieve que la senda lo se lograba ver bien… Hannah estaba algo preocupada por si confundían algo en el camino y ser perdían, ya que el bosque era muy frondoso y se conocían historias sobre gente que se había perdido en el bosque de camino al pueblo.

-Bueno Cassy, tendremos que ir con cuidado de no perdernos, ¡hacemos el camino muchas veces! Aunque no con tanta nieve, la verdad…

Cassy asintió y se encaminó por la senda que conducía al pueblo a paso lento pero seguro.

Llevaban un rato yendo hacia el pueblo cuando un par de siluetas aparecieron en la senda, un poco más adelante que ellas.

-Aprieta el paso, Cassy, quizá vayan al pueblo y nos puedan guiar mejor-. Y así lo hizo Cassy.

A medida que se iban acercando, una de las siluetas iba haciéndose cada vez más bajita y la otra, más alta. Hannah y Cassy se miraron, cómplices, porque intuían de quienes eran esas siluetas a las que se iban acercando. Hannah bajó de Cassy con cuidado, porque la nieve era bastante espesa. El ruido que Hannah hizo al bajar de su pony hizo que ambas siluetas se giraran.

-¡Hannah! -exclamó la silueta desde lejos.

-¡Hola Hans!- contestó Hannah.- ¿Podéis esperarnos? Tenemos que ir al pueblo también.

Hannah y Cassy se reunieron con Hans y Berto, que estaban muy contentos por verlas. Hannah no pudo evitar fijarse en Berto, que llevaba algo raro en sus patitas.

-¿Qué le has puesto al pobre Berto?

-Ah, ¿esto? Son unas pequeñas raquetas que he improvisado para que pueda caminar por la nieve sin hundirse – explicó Hans mientras le enseñaba su peculiar invento para Berto- Así puede acompañarme a todas partes, ¡ya sabes que no podemos separarnos! Bueno, como tú y Cassy.

-Si, es verdad.

Los cuatro amigos llegaron bien al pueblo, aunque les costó un poco más de lo normal. En ese momento tuvieron que separarse, pues Hans tenía que ir a la tienda de confecciones y telas para un encargo de su madre, mientras que Hannah sólo necesitaba ir a los puestos de frutas y verduras (aunque también debía pasar por el colmado).

Acabaron los encargos rápido y juntos volvieron a la senda para regresar a casa a la hora del almuerzo. Cuando comenzaron la senda, Hannah no pudo evitar preguntarle a Hans cómo había conseguido no perderse sin poder seguir el camino.

-Los árboles, el sol…todo es diferente cuando te equivocas de camino, sólo hay que estar un poco atento a lo que te rodea para poder seguir la senda que lleva al pueblo y a casa.

A Hannah le pareció muy interesante lo que Hans le había comentado sobre la senda y se prometió a sí misma fijarse mejor en el camino cuando la nieve se derritiera del todo. ¡Así no tendría problema para ir al pueblo cuando nevara!

Cuando Hannah llegó a casa, la abuelita comenzó sus preparativos para el menú de Navidad y ella fue corriendo al desván a por las cajas de decoración navideña. Pronto se puso a sacar el gran árbol que tenían para el salón y uno que tenían más pequeño para la entrada de casa. También se encargó de las guirnaldas y de las luces y demás adornos que debían estar por la casa. Las luces siempre eran lo último que Hannah ponía en la decoración -tanto del árbol como de la casa-. Le encantaba decorar porque recordaba con cariño cómo decoraban la casa sus padres hace años.

Por la noche, cuando todo estaba ya listo, la abuelita y ella repasaron el menú de navidad y a Hannah se le hacía la boca agua! Tampoco podía esperar a la noche de Nochebuena para leer junto a su abuela unos maravillosos cuentos de Navidad.

Hannah despertó al día siguiente con mucha ilusión, ya que había llegado la Nochebuena. Mientras bajaba las escaleras de la casa, escuchó cómo alguien llamaba a la puerta del jardín -la que estaba situada en la cocina- y pronto se imaginó quién sería. El desayuno estaba servido en la adorable mesita de la cocina y Hans y Berto estaban junto a la chimenea de la cocina, calentándose, mientras la abuelita les ofrecía algo de comer.

-¡Hola, Hannah! – Hans se dio la vuelta para saludar a su amiga mientras daba un bocado a una tostada con mermelada de jengibre- ¿Estás preparada para esta noche?

-Pues claro, ¿por qué no iba a estarlo? Me encanta pasar la noche con la abuelita y leer historias.

-Bueno, pues estoy deseando leer esas historias con vosotras.

Hannah tardó un poco en comprender lo que su amigo le estaba diciendo.

-¿Vas a pasar la noche con nosotras? Pero… ¿Y tus padres?

-También vendrán; dijeron que como este año la familia se ha marchado para estar con mi abuela y nosotros no nos podíamos permitir viajar por el trabajo de mi padre, pues la pasaremos con vosotras. ¡Pensaba que te lo había comentado tu abuelita!

-Pues no, no me había comentado nada, la verdad, ¡pero me hace muchísima ilusión!

Esa tarde, Hannah y su abuelita ultimaron los preparativos de la cena de Nochebuena mientras Cassy las observaba por la ventana de la cocina.

-¡Cassy! – Hannah salió fuera para ver a su amiga y acompañarla hacia el establo. Llevó consigo un poco de la comida que habían preparado para que tuviera su propia cena de Navidad. La pony se sintió muy agradecida por el presente de Hannah y pronto se puso a comer de ese delicioso menú. Hannah adecentó la cuadra para que Cassy estuviera lo más cómoda y calentita posible y después se dirigió hacia la casa para cambiarse de ropa y esperar a recibir a Hans y su familia.

Se presentaron puntuales, junto con Berto, ya que como ocupaba poquito, Hans se había empeñado en llevarlo a la cena. El animalito se quedó sentado junto a la chimenea de la cocina mientras ellos cenaban en el comedor.

Tras una cena estupenda, los dos amigos y su familia se sentaron junto a la chimenea del salón para disfrutar de una velada de lectura de cuentos estupenda.

-Muchas gracias por venir esta noche – dijo susurrando Hannah a Hans-, a la abuelita le gusta mucho tener visita y nosotras hace años que pasamos la Navidad solas.

-No hay de qué Hannah, para nosotros sois también como de la familia. ¡Está siendo una noche estupenda!

Hannah agradeció esa noche tener a Hans y a sus padres con ellas, ya que hacía tiempo que la Navidad era algo tristona para la abuelita y para ella.

Antes de marcharse, la mamá de Hans le dio un presente a Hannah.

-Sé que está cerca el baile de primavera y también sé que llevas tiempo queriendo volver -dijo la madre de Hans- así que te he hecho esto para que este año vuelvas tan radiante como solías estar.

Hannah abrió la caja. Era un precioso vestido hecho a mano rosa con flores bordadas y falda de tul. No se lo podía creer. Desde que recuerda, el baile de primavera era su evento favorito del año, pero desde que sus padres ya no estaban, ella no había vuelto a ese baile. Uno de los motivos era el vestido; cada año Hannah llevaba un vestido hecho a mano por su madre. Su abuelita ya no podía coser por la edad y Hannah no tenía ganas de ir al baile.

-Ahora ya no tienes excusa para no venir – le dijo Hans.

-Muchas gracias, de verdad, ¡es precioso! Lo llevaré al baile con mucha ilusión. Hannah se sentía muy feliz. Había sido la mejor Nochebuena que recordaba en mucho tiempo.


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