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Muñecas y la cultura del miedo

Acerquémonos al por qué de este miedo a la muñeca para comprender a aquellos que puedan llegar a sentirlo y no puedan entender que no nos aterren tantísimo las preciosas figuritas que para ellos son verdaderas muñecas escalofriantes.


Desde que el celuloide ocupa gran parte del ocio en nuestras vidas y la gran red mundial de Internet nos absorbe por completo, muchas son las historias y desventuras que han llegado a nuestros oídos sobre muñecas que -al parecer- cobran vida encarnando a lo que la gente cree que son seres diabólicos que están entre nosotros para atormentarnos. Conozcamos la historia alrededor de estas creencias y escuchemos algunos testimonios de personas que afirman haber vivido experiencias escalofriantes -explicables o no- con estos objetos.

LAS MUÑECAS RITUALES 

Lo primero a lo que deberíamos prestar atención es a la propia historia de estos curiosos objetos para poder analizar el miedo o pánico que ha ido en crescendo en el mundo de la muñeca. Estas graciosas figuras comenzaron a realizarse prácticamente desde los albores de la humanidad, pero en su gran mayoría estaban destinadas a fines rituales. Digamos que, la muñeca, tiene su origen en las esculturas rituales de nuestros ancestros. Por ello, se ha quedado en nuestra conciencia colectiva el hecho de que estas figuras son capaces de maldecirnos, bendecirnos o albergar un alma.

Las figuras funerarias que se presentan en la fotografía sobre estas líneas se cree que se utilizaban en el antiguo Egipto para proteger a los difuntos, como una especie de último amuleto para el más allá. Estas figuras están dotadas, por tanto, de cierta «humanidad» al ser estatuillas que pueden bendecir al difunto.

Durante la Era Antigua, todas las culturas realizaban estatuas con finalidades tanto decorativas como rituales. Hemos visto un pequeño ejemplo de la Egipcia, pero culturas más cercanas a nosotros como la íbera también realizaban este tipo de figuras a modo de protección. No es este el caso de algunas como la precolombina, que popularizaron el que ahora es el uso de las muñecas vudú o judú -las cuales se utilizaban para maldecir a un alma escogida por el brujo que orquestaba el conjuro-.

MOLDEANDO LAS MUÑECAS

Conforme pasaba el tiempo, la muñeca se convirtió en un artículo de lujo, el cual sólo podían permitirse las familias adineradas de los distintos siglos. Como ocurre con la escultura, la muñeca ha tenido su propia evolución y, por tanto, las muñecas que en el S.XVIII parecían preciosas, ahora nos parecen escalofriantes. Muñecas escalofriantes nuevasAl igual que las esculturas románicas no se comparan al realismo de las renacentistas, las muñecas que se realizaban con porcelana antiguamente no se comparan a las obras de artistas actuales. Os dejamos algunos ejemplos junto a este párrafo para que os hagáis una idea de lo que hablamos.

Las muñecas de artista actuales son mucho más realistas que sus predecesoras, ya que la técnica ha ido mejorando con el tiempo. Ahora deberíamos abordar un par de interesantes preguntas. ¿Es lo viejo lo que nos asusta o, por el contrario, es el excesivo realismo de algunas muñecas? Muñecas escalofriantes antiguas¿Nuestro miedo nace del hecho de cómo esté realizada la muñeca o es algo más profundo?

Vamos a intentar responder a estas dos preguntas adentrándonos un poco en el mundo de la psicología y la historia cultural para esclarecer los factores que han derivado en creencias horrorosas sobre la gran mayoría de muñecas. Seguro que conoceréis a alguien al cual le apabullen estos objetos; pues este tipo de fobia está tan extendido que hasta tiene nombre.


PEDIOFOBIA: UNA FOBIA MUY REAL

Durante décadas se ha ido extendiendo esta fobia a las muñecas -realistas o no- llegando a llamar la atención a diversos eruditos de la mente tales como Sigmund Freud, el cual aseguraba que esta fobia provenía del miedo al hecho de que estas figuras cobraran vida. Posteriormente, se llegó a la conclusión de que esta fobia encerraba miedos un tanto más mundanos como el miedo al paso del tiempo -por tanto, a la misma muerte- o el miedo del recuerdo en pacientes cuya infancia había resultado complicada.

Esta fobia se ha llegado a confundir muchas veces con el «susto» o «yuyu» que pueden producir las muñecas a cierto tipo de gente. Esto se ha dado gracias a la adaptación al cine de diversas historias que atañen a muñecas escalofriantes.

MUÑECAS ESCALOFRIANTES EN LA CULTURA POP

Desde Meliés hasta Nolan, el cine nos ha dado momentos maravillosos a lo largo de todo un siglo. Si bien, desde que comenzó el cine de terror, muchos de los miedos de la población que quedaban latentes comenzaron a aflorar.

Con películas tan escalofriantes como Poltergeist (Steven Spielberg, 1982) o Anabelle (James Wan, 2014), es normal que se den este tipo de miedos en la cultura en general. Lástima que estas películas lo que han conseguido es generalizar ese miedo y perjudicar tanto a fabricantes como a coleccionistas. De hecho, muchas personas este Halloween decidirán vestirse de muñeca diabólica. Muñeca escalofriante Anabelle

HISTORIAS DE MUÑECAS ESCALOFRIANTES

A continuación, compartimos con vosotros testimonios de personas que afirman haber pasado alguna extraña circunstancia con las muñecas como protagonistas. Hemos cambiado los nombres de las personas para respetar su privacidad, esperamos que lo entendáis. Os dejamos la reflexión final a vosotros para que os aventuréis a creer en aquello que vosotros consideréis más apropiado.

Laura y la muñeca de la trastienda

«Siempre me he dedicado a la costura, así que hace un tiempo monté una tienda para poder realizar el trabajo de mis sueños. Pasado un tiempo, la tienda fue cogiendo fama y siempre teníamos mucha faena. Un día, vino a probarse un vestido una chiquilla de unos 6 años, la cual andaba un poco como drogada ya que sus padres -según me contaron- la medicaban contra el TDAH. Tras un rato en el vestidor, la niña señaló a una de las esquinas y preguntó si a la niña que había ahí no le íbamos a probar el vestido. No le dimos mucha importancia, ya que la imaginación de los pequeños es muy poderosa.

El susto vino cuando su padre me acompañó a la trastienda para que yo le mostrara unas telas. En una estantería tengo expuestas muñecas antiguas, sólo unas pocas. El padre se quedó blanco cuando se dio cuenta de que una de ellas estaba abriendo y cerrando los ojos. Justo esa muñeca provenía de un desahucio de una casa. Todavía lo recuerdo y me entran escalofríos».

La muñeca que lloraba de Concha

«Compré la muñeca en una tienda de una gran avenida de mi ciudad, así que era nueva. Me dispuse a colocarla en una vitrina de exposición, la aseé y la peiné para que estuviera perfecta. Era de porcelana así que la coloqué de manera que no pudiera caer, con sumo cuidado.

Pasaron los días y cuando una amiga mía vino a tomar café, la llevé a la salita para que viera a la preciosa muñequita. Se quedó un poco pálida al verla. Desde luego no era la reacción que yo esperaba. Me acerqué a la muñeca y pude ver que algo le estaba brotando de los ojos. Pensé que podría ser algún tipo de mancha pero era transparente, así que tanto mi amiga como yo pensamos que realmente la muñeca estaba llorando. Todavía no sé por qué, ya que acabé regalándola a una prima mía -de hecho, ella nunca se ha quejado de nada-. Quizá se sentía sola en aquella vitrina…»

El alma de las muñecas para María

«Soy distribuidor de muñecas de hace ya un tiempo y en unas cuantas ocasiones di con una mujer un tanto especial para las muñecas. Siempre que quería comprarme los artículos viendo unas cuantas muestras de ellos porque así podía cogerlos y decidir cuál de ellos quedarse bajo su criterio. Esta selección consistía-según ella- en apreciar su energía para poder descartar, así, aquellas que contuvieran una cantidad e energía negativa que pudiera llegar a afectarle en su hogar».

La muñeca que no dejaba avanzar a Jaime

«Durante un tiempo tuve la desgracia de caer en una profunda depresión. Esto fue a raíz de conseguir un empleo en el que no me sentía nada útil y coincidió además con mis servicios como Objetor de Conciencia. Estos servicios consistían en acompañar a ancianos durante unas horas en sus quehaceres para hacerles algo de compañía. Una de estos ancianos era una señora medio ciega, cuya casa era más bien lúgubre y cuyo marido era una especie de fantasma en vida.

Esta mujer llegó a regalarme una muñeca. Hasta aquí todo normal. Lo que ocurrió es que mi depresión se agravó poco a poco hasta acabar prácticamente derrotado en mi cama. Fue una familiar la que me recomendó deshacerme de la muñeca tras comentarle la historia. Cuando lo hice, mi energía comenzó a cambiar y volví a la normalidad en poco tiempo. Nunca sabré si fue al 100% culpa de la muñeca, pero creo que, de algún modo, su energía no me dejaba avanzar».


 

 

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