La historia de Bella y Ben continúa para ambientar este mes de Halloween. Si te perdiste el capítulo I de la historia «La casa de Sunset Hill» puedes leerlo haciendo click en el enlace: Capítulo I.
CAPÍTULO II
-LA PUERTA-
Estaba confundida. Confundida y asustada. Bella se limitó a vestirse, desayunar y caminar hacia el instituto mientras intentaba darle una explicación lógica a lo ocurrido anoche.
Sabía que a lo largo del día llegaría el momento de enfrentarse a Ben, pero iba a hacer lo posible por evitarlo. La actitud de la madre de éste estaba comenzando a intimidarla y no le parecía de buena educación cuestionar el comportamiento de la mujer a Ben. ¡Apenas lo conocía! A saber cómo reaccionaría él ante un «tu madre me da miedo». Se resignó a evitarlo por los pasillos y a evitar las miradas con él en clase.
Emily, que enseguida se percató de que Bella estaba evitando al chico nuevo no dudó en increparla.
-Que el chico sea nuevo no implica que tengas que hacerle esos menosprecios, ¿no? – Bella se hizo la sorprendida lo mejor que pudo, aunque su amiga sabía lo fatal que se le daba mentir- Sé que le estás evitando. ¿Por qué? Pensaba que te hacía algo de gracia…
Bella miró a su amiga mientras ambas caminaban de vuelta a casa. Se había apresurado más que nunca para recoger sus cosas y salir la primera de clase -tanto que a Emily le había costado seguirla-. No quería cruzarse con Ben de ninguna de las maneras, sólo quería volver a casa y continuar estudiando para los exámenes. Pero no podía hacerlo.
-Emily, recuerdas que ayer llovió y tu padre vino a por ti y yo igualmente me fui andando?
-Cómo olvidarlo -Emily puso los ojos en blanco, con un gesto histriónico y cansado- mi padre estuvo muy pesado preguntándome por qué no venías con nosotros. ¡No se podía creer que tú necesitas ir a casa andando tras las clases!
-Bien, pues me crucé con Ben de vuelta a casa…
-¡¿En serio?!- Emily empezó a dar saltitos alrededor de su amiga-¡Qué envidia! Debería haberte acompañado.
-No creo que sientas tanta envidia cuando te cuente lo que pasó…
Bella estuvo relatando la experiencia del día anterior mientras su amiga respondía únicamente con gestos y cambios en su expresión. Cuando terminó, se hizo un silencio entre ambas hasta que Emily se volvió a su amiga con una sonrisilla.
-Bella, tienes que dejar las pastillas esas que te tomas para estudiar, que no te sientan bien
-Muy graciosa -suspiró Bella- y son vitaminas, no «pastillas». Cualquiera que te oiga pensará que me drogo.
-Pues no sé, Bella, creo que lo mejor sería hablar con Ben para aclararlo todo. Quizá te están jugando una mala pasada los nervios.
-No es tan fácil como parece.
-¿Cómo que no? -Emily se paró un momento en la acera señalando al otro lado de la calle- ¿Esa no es su casa?
Bella se quedó un momento mirando a su amiga y le cogió del brazo para continuar caminando.
-Sí, es su casa, pero quedaré como una idiota si le espero para hablar con él. No tendría sentido. O sea, salgo corriendo y ahora cojo y le espero en su casa? No sé Emily, no soy así, esperaré a mañana para decirle algo.
-Bueno, puede que tengas razón y sea mejor esperar, ya que puede que tus drogas te estén afectando bastante -dijo Emily despidiéndose de Bella-.
-¡Que no me drogo!- Bella subió las escaleras del porche de su casa y entró en ella aliviada de abandonar el trozo de calle que lindaba con la casa de Ben. «Puede que Emily tenga razón y las vitaminas me hayan sentado un poco mal».
Estuvo reflexionando sobre ello mientras se aseaba y se ponía su «uniforme para estudiar», el cual consistía en su pijama y en un moño improvisado con un lápiz. Cuando se predispuso a estudiar se quedó un momento pensativa mirando a través de su ventana el porche de la casa de Ben. Nada. Sólo el silencio. Recordaba que su padre había comentado que el padre de Ben no solía estar en casa debido a su profesión de doctor, así que supuso que su madre también habría salido a hacer algunas compras o cosas de madres en general.
La tarde transcurrió tranquila y Bella logró centrarse en la materia del examen -quitando de alguna intervención de demanda de caricias por parte de su gata-. Cuando terminó de cenar subió a su habitación y se quedó un rato mirando Instagram. Por casualidad le apareció el perfil de Ben, aunque decidió no darle a seguir por lo que ella llamaba principios (que en realidad era una vergüenza absoluta). Se quedó dormida con el smartphone en la mano, tras ponerse sonidos de lluvia para relajarse.
Sobresaltada, Bella se despertó de un sueño que no recordaba. Se escuchaban unos fuertes golpes en la puerta de entrada a la casa, así que salió al pasillo a comprobar dónde estaban sus padres. Para su sorpresa, ambos estaban dormidos. ¿Cómo podían no escucharlo? Bajó las escaleras para averiguar quién estaba provocando tal estruendo a las tantas de la madrugada.
-¿Quién es? ¡No son horas de llamar! – espetó a la puerta cerrada.
Los golpes cesaron y se hizo el silencio. Bella se quedó un momento de pie junto a la puerta, cruzada de brazos y muy extrañada. Pensó que podían haber sido unos gamberros, ya que esa misma semana era Halloween y muchos ya comenzaban a gastar bromas y pedir caramelos, así que se encogió de hombros y se dirigió hacia la escalera.
El estruendo de la puerta principal abriéndose de par en par asustó a Bella tanto que de los mismos nervios se dirigió hacia el vacío portal del porche.
-¡Ya está bien! Salid de donde esteis y dejadnos en paz.
Como respuesta, la solitaria noche de Sunset Hill. Podía ver casi todas las casas; la luna llena había inundado las calles la noche anterior y todavía podía apreciarse al satélite casi en su máximo esplendor. Volvió a quedarse quieta ante la nula respuesta de esos supuestos gamberros. Una suave brisa le acarició el rostro y ella se volvió hacia el interior de la casa.
Aquella mujer estaba en las escaleras, con su siniestra sonrisa y sus ojos abiertos como platos, mirándola. Bella se quedo paralizada y, de pronto, sintió una punzada de terror en el estómago que le hizo gritar y correr en dirección a la puerta de entrada. Sentía que su familia corría peligro.
La puerta se cerró dando un sonoro portazo y Bella forcejeó con ella sin éxito para intentar abrirla. Gritó y pataleó hasta que esta se volvió a abrir.
Su despertador comenzó a sonar de manera suave y Bella abrió los ojos para ver la cara de su gata muy cerca de la suya. No se sobresaltó, no tenía fuerzas para ello. Se incorporó y se dirigió hacia el vaso de agua de su escritorio. Al coger el vaso sintió como si la piel de su brazo le quemara, así que alzó su manga para comprobar que tenía tres arañazos en él. Confundida, dejó el vaso en el escritorio de nuevo. Su reloj se había parado a las 3:30 de la madrugada.