Valeria vive en una región muy fría de Europa y por eso disfruta tanto del chocolate caliente que prepara su madre. Adéntrate en su mundo y disfruta de las mil aventuras que vivirás con Valeria.
Valores del cuento: 🙂 Amistad ◊ Resiliencia ♣ Altruismo
Levantarse de la cama el día de Nochebuena era algo muy sencillo para Valeria. Todos los años esperaba ese día con gran entusiasmo, ya que le encantaba cantar villancicos, ir al pueblo a ver a Papá Noel y tomar chocolate caliente por la noche a la espera de los regalos.
Cuando su mamá la llamó para bajar a desayunar, Valeria retiró con cuidado a su gata -que dormía plácidamente en su regazo- y se puso su batín y sus zapatillas de Gorjuss. Bajó las escaleras y encontró un suculento desayuno en la mesa. Su madre había preparado tortitas con arándanos y miel, zumo de naranja, leche con cacao y una macedonia de fresas y plátano.
-¿Tienes ganas de ver a Papá Noel?- preguntó su madre.
-¡Zí, muchaz!
-Pues primero debes desayunar bien para coger fuerzas.
Valeria tenía muchas ganas de ver a Papá Noel para asegurarse de que sus regalos estaban preparados para llegar aquella noche y agradecerle el esfuerzo por haberlos conseguido para ella. Se consideraba muy afortunada por poder ir todos los años a casa de Papá Noel, ya que muchos niños no pueden hacer esto porque viven muy lejos de él.
La familia de Valeria vivía desde hacía mucho tiempo en una región de Finlandia llamada Laponia, donde, por casualidad, también vivía Papá Noel. La casa de Papá Noel era grande, de madera y siempre decorada con adornos navideños. Sus renos descansaban en un precioso establo mientras los elfos empaquetaban los regalos en el taller.
Una vez terminó de desayunar, Valeria fue corriendo a vestirse para ir a casa de Papá Noel. Sus padres no tardaron en llamarla para comenzar el viaje.
Hacía un día estupendo para ser 24 de Diciembre y el paisaje nevado estaba precioso a la luz del sol. En Laponia siempre hacía mucho frío, la verdad, así que Valeria siempre llevaba una chaqueta gordita y una bufanda de brillantitos para salir a pasear. El viaje hasta la casa no era demasiado largo, pero tenían que esperar un poco a que llegara el trineo que les llevaría hasta allí.
El trineo rojo y dorado que llevaba hasta la casa donde vivía Papá Noel llegó en seguida y Valeria y su familia subieron a él muy emocionados.
-¿Qué vas a preguntarle a Papá Noel cuando lo veas? -preguntó su padre.
-Puez zi tiene loz regaloz que le pedí podque me he podtado muy bien.
Cuando el trineo llegó a las puertas de la enorme cabaña de madera de Papá Noel, Valeria bajó apresurada para entrar a saludarle. Para ella, este día era de lo más importante, pues así se quedaba tranquila al saber que exactamente los regalos que había pedido llegarían a su casa aquella noche.
No había mucha cola, ya que casi nadie vivía tan cerca de Papá Noel como para ir a visitarlo en un día tan especial. Se colocó tras un niño que iba con su padre y comenzó a esperar cogiendo de las manos a sus padres. Pronto llegó su turno y corrió a sentarse en el regazo del gran señor de pelo blanco y ropas rojas.
-Vaya, vaya, ¿a quién tenemos aquí? Parece que no faltas nunca para cerciorarte de que tus regalos llegan a tiempo -rió Papá Noel.
-Zi, ezque loz regaloz zon muy importantez para todoz.
-Sí que es verdad; serías una muy buena ayudante. Tus regalos están, como siempre, en buenas manos y llegarán a tu árbol esta misma noche ¡No te preocupes!
Valeria bajó de su regazo y se dirigió de nuevo hacia sus padres. Pero, por el camino, un pensamiento la detuvo.
-Zanta, me guztaría poder ver el taller de loz regaloz ¿Zería pozible?
Papá Noel se quedó un rato mirando a la niña y sonriendo y al fin se pronunció e invitó a Valeria y a sus padres a conocer más de cerca el taller donde él trabajaba junto a sus fieles elfos.
El taller estaba junto a la gran cabaña donde vivía Papá Noel y tenía una puerta un poco más estrecha de lo normal, ya que los elfos no eran de gran estatura. Dentro del taller, encontraron a cientos de elfos muy concentrados envolviendo regalos y repasando las listas de niños que se habían portado bien y de los que se habían portado mal. Los regalos pasaban frente a sus ojos por una cinta cuyo final se encontraba en un hueco que indicaba «Bolsa de Regalos».
-Todo lo que veis se ha ido automatizando con el tiempo, antes poníamos a mano los regalos en la bolsa y no nos quedaba casi tiempo para poderlos repasar y normalmente siempre había alguna que otra confusión.
Valeria se acercó más a la cinta mientras sus padres hablaban con Papá Noel sobre el proceso de automatizado. En todos los regalos había un nombre y apellido que los elfos al final de la cinta miraban y revisaban para apuntar si habían entrado o no en la bolsa de regalos. Se fijó en que al final del taller los elfos ya preparaban los regalos del año siguiente -incluso tenían un montón ya empaquetados-. Como siempre había sido muy curiosa, Valeria vio que la gran cinta tenía unas escaleras desde las cuales podría ver el trabajo de los elfos mejor, así que la subió con tan mala suerte que, sin querer, tiró uno de los regalos de la cinta en el montón de regalos del año siguiente.
-¡Oh, no! ¡Loz regaloz!
Cuando bajó, los elfos pararon la cinta y exclamaron «¡Se ha perdido un regalo!». Rápidamente, Valeria fue a explicarle a Papá Noel lo que había pasado y le prometió que si le daban el nombre del regalo, ella misma buscaría el regalo para poder dárselo y así continuar la cinta para esta noche.
-Zi no lo encuentro, quiero que le de mi regalo a eze niño.
-Es un noble gesto por tu parte, Valeria, pero ve, que seguro que lo encuentras.
Tras un rato sumergida en los regalos, Valeria encontró el regalo perdido y fue a entregárselo a los elfos de la cinta, los cuales apuntaron en su lista y pusieron en marcha la cinta de los regalos. Gracias a este pequeño incidente y a la valentía de Valeria por asumir y solucionar el error y la molestia causada, Papá Noel invitó a una taza de chocolate a todos y les contó historias maravillosas del lugar donde creció y anécdotas muy divertidas sobre las noches de Nochebuena repartiendo regalos con sus renos.
Después de echar un vistazo a los renos, que estaban preparando los elfos para tirar del trineo esta noche tan especia, Valeria y su familia se dirigieron hacia el trineo para que los llevara de vuelta a casa.
-Muchas gracias por venir otro año más, Valeria. Y muchas gracias por solucionar el incidente de antes en el taller, nos has ahorrado un buen dolor de cabeza -dijo mientras todos comenzaban a reir-. Te esperamos el año que viene, pequeña.
-Adioz, Papá Noel, muchaz graciaz por enzeñarme el taller. ¡Ha zido zuper divertido!
El trineo comenzó a alejarse y Valeria y su familia comenzaron a despedirse de Papá Noel y de los elfos que habían salido a despedirles también. ¡Lo habían pasado genial!
Esa noche, Valeria se acurrucó junto a su gata y le contó todas las aventuras que había tenido ese día y mientras la pequeña se iba durmiendo, en el cielo estrellado comenzaba a sonar el murmullo de unos cascabeles a lo lejos que, por seguro, al alba dejarían de sonar hasta la venidera Nochebuena.