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Hannah y su pony – La Piscina

Hannah y su preciosa pony Cassandra viven en el campo con su abuela. ¡Vive sus divertidas aventuras y aprende con Hannah y su pony valiosas lecciones sobre el mundo que nos rodea!

Valores del cuento:  🙂 Amistad   ◊ Resiliencia   ♣ Altruismo


Hacía mucho, pero que mucho calor y Hannah estaba en la cocina, preparando un delicioso batido de frutas mientras Cassandra le observaba desde la ventana que había junto al fregadero.

-No te preocupes, Cassy, seguro que con este batido de frutas se nos pasa un poco el calor.

La pony se alejó resoplando en dirección a su cobertizo, el cual estaba bastante más fresquito que la casa de la abuela en ese momento.

-¡Eh, no me dejes aquí sufriendo de calor! ¡Yo también quiero estar fresquita!

-¿Por qué no te acercas a la piscina del pueblo y te refrescas un poco, hija?

Su abuela había entrado a la cocina con un cesto cargado de frutas para reponer las que su nieta había prácticamente devorado estos días de intenso calor. Solía cogerlos de los árboles que estaban junto a los establos y a Hannah le gustaban muchísimo esas frutas.

-¡Eso es, abuela! Para que este verano sea perfecto sólo me falta una piscina con la que poder disfrutar del agua fresquita con Cassandra. ¡Ahora mismo iré a por una piscina al pueblo!

-Hannah, creo que en vez de comprar una sólo para ti es mejor que acudas a la del pueblo, allí estarán todos tus amigos y lo pasarás mucho mejor que aquí en casa.

Hannah casi no escuchaba a su abuela, sólo se calzaba rápidamente y le daba un beso en la mejilla a modo de despedida.

-¡Nos vemos en seguida, abuela!

Cassandra estaba acostada junto a un pequeño pajar, fresca y a la sombra, casi adormecida. Cuando Hannah irrumpió en el establo diciendo cosas muy extrañas sobre una piscina, la pony se sobresaltó.

-Vamos, Cassy, ya verás que divertido va a ser tener nuestra propia piscina.

La pony siguió a la pequeña aunque no con muchas ganas, hasta el pueblo, donde compraron la piscina para Hannah.

-¿La piscina es para ti?- preguntó la tendera- ¿Por qué no vas a la piscina del pueblo como todos los niños? Lo pasarás mejor que en casa.

-El pueblo está muy lejos y hace mucho calor como para estar viniendo todo el rato; teniendo mi propia piscina me podré refrescar más fácilmente.

La pequeña salió de la tienda contentísima con su nueva piscina inchable y se dirigió hacia casa de la abuela lo más rápido que pudo para probarla.

Mientras Cassandra se retiraba a su establo para comer y echar una siestecita, Hannah preparaba la piscina para incharla y llenarla de agua. Con ayuda de su abuela la montó y la llenó de agua fresca y no tardó en ponerse su bikini y probarla. ¡Estaba genial! Aunque los pies le sobresalían de la piscina y no había mucho hueco para removerse, era sin duda la mejor piscina del mundo.

Una vez se levantó de la siesta tras comer, Hannah volvió a enfundarse el bikini y fue a buscar a su pony para que viera la maravillosa piscina que se había montado ella solita -con ayuda de su abuela, claro-.

-¡Fíjate, Cassy! ¿Verdad que es súper genial? -entró a la piscina casi de un bote y empezó a chapotear en el agua.

La pony agradecía el agua que le lanzaba Hannah para que estuviera más fresca y ambas estuvieron jugando un buen rato alrededor de la pequeña piscina. En uno de los descansos de sus divertidos juegos de agua, Hannah vislumbró a lo lejos un par de sombras. Una de ellas considerablemente más bajita que la otra con andares curiosos. En efecto, las siluetas de Hans y Berto acababan de dibujarse claras para Hannah y su pony a medida que se iban acercando a ellas.

-¡Mira Cassy, son Hans y Berto! Seguro que vienen a bañarse en la piscina.

Cuando Hans se acercó a Hannah, esta pudo ver que llevaba puesto el bañador y al hombro portaba una toalla.

-¡Hola Hannah! ¡Qué piscina tan chula! -exclamó Hans asombrado por la psicina que había adquirido su amiga- Estás preparándote para ir a la del pueblo, ¿verdad?

-¿Qué? ¡No! -dijo Hannah- Esta piscina es para no tener que ir al pueblo cada vez que quiera bañarme. Así puedo estar fresquita siempre. Además, tampoco la compartiré con nadie si yo no quiero, no como en la piscina del pueblo.

-Compartir no es malo, Hannah, al contrario. Además, lo pasaremos mejor allí; hay más sitio para que podamos caber todos los amigos. ¡Vamos, acompáñame al pueblo!

-Lo siento Hans, pero he ido hasta el pueblo a por esta piscina con un calor de muerte y no pienso echar a perder el esfuerzo que he hecho esta mañana.

Hans y Berto miraron pasmados a Hannah, que seguía tumbada en la piscina sin moverse ni un ápice. Cassandra resopló, dándoles la razón a ambos.

-Bueno, pues…-se rascó la cabeza- Si cambias de opinión estaremos hasta la hora de cenar en el pueblo, en la piscina que hay que compartir con amigos.

Dicho esto, Hans y Berto comenzaron a alejarse en dirección al pueblo. Hannah, sin embargo, se sentía un poco mal tras haberle dicho que no a Hans, así que intentó alejar ese pensamiento haciéndose un batido de fruta.

-Si me disculpas, Cassy, voy dentro a hacerme un batido de frutas para seguir disfrutando de esta maravillosa y tranquila tarde en mi piscina particular.

Cuando Hannah estaba preparándose el batido de frutas riquísimas como el plátano o la fresa, su abuela irrumpió en la cocina.

-He visto que ha venido Hans, ¿por qué no te has ido con el al pueblo, hija?

-Pues porque me ha costado mucho tener esta piscina y así puedo estar tranquila y no tengo por qué compartirla con nadie ni nada. ¡Estaré mucho mejor!

-Hannah, no deberías pensar así, sabes que te lo pasarías muchísimo mejor con tus amigos en el pueblo. Aunque eso suponga el tener que compartir.

La pequeña terminó su batido y se dirigió hacia su relajante y nueva piscina. Cuando salió al jardín se encontró con una escena que jamás se hubiera imaginado.

Cassy estaba sentada sobre la piscina inchable nueva de Hannah y, como no cabía, la psicina estaba comenzando a desinflarse y el agua se estaba saliendo casi por completo de su pequeño e idílico oasis de plástico.

-¡Cassy!-exclamó- ¡Sabes perfectamente que no cabes en la piscina! ¿Por qué lo has hecho? -a pesar de lo enfadada que se sentía, Hannah no podía parar de reír, ¡la escena era muy graciosa!

Su abuela, se acercó a ella también riendo y le tendió una bolsa de mimbre con toallas, protector solar y ¡fruta!

-Coge, anda. Quizá aún puedas alcanzar de camino a Hans y a Berto.

Hannah no se lo pensó ni un segundo y fue en dirección al pueblo con el paso acelerado, por si aún podía ver a Hans y pedirle disculpas.

Cuando le quedaba poco para llegar al pueblo y había terminado ya su batido de frutas, alcanzó a Hans, que caminaba junto a su ganso Berto y que parecía mantener una conversación bastante interesante con él.

-¡Hans! ¡Espera! – Hannah y su pony corrieron hacia ellos.

-¡Hannah! -se giró sorprendido- ¿Y tu piscina?

-Cassy quiso darse un baño y, bueno, ahora ya no tengo piscina. Tenías razón, lo pasaré mejor con vosotros en la piscina del pueblo pero es que… Venir sola hasta el pueblo es un rollo con este calor.

-Hannah, sabes que puedo pasar por tu casa antes de ir a la piscina, así ninguno de los dos nos aburriremos viniendo. ¿Qué te parece si quedamos mañana a la misma hora para ir?- Hannah asintió y ambos cruzaron los antiguos portones de madera que daban acceso al pueblo.

Esa tarde lo pasaron genial y Hannah aprendió el valor de compartir las cosas y lo mal que sale pensar de manera egoísta. Pasó el resto del verano disfrutando de la piscina y de sus amigos.

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